Como decíamos ayer: Crítica 31(32) quiere ser un espacio donde tenga cabida una visión de la realidad que nos rodea desde un punto de vista crítico y progresista; así que, una vez más, dispongámonos a visionar críticamente una realidad concreta que está bastante de moda esta última semana: Los guiñoles franceses. Todos hemos oído la noticia y/o hemos visto los vídeos en que el programa televisivo de HUMOR "El guiñol" parodiaba escenas ficticias y exageradas en las que se veía a diversos deportistas españoles realizando determinadas acciones acompañadas del mensaje subliminal de que tomaban anabolizantes. Bromas relacionadas con jeringuillas gigantes, o con transfusiones de sangre de muchas personas, o con que la orina de Nadal es mejor carburante que la gasolina.
Quedando tan cercana la fecha de la pérdida de los triunfos que había conseguido el ciclista español Alberto Contador muchos españoles se han sentido insultados y desvalorizados por las bromas de la televisión francesa. De ahí todo el tumulto en espacios online como "Twitter" sobre la envidia francesa y el polémico debate. Tras las quejas y firmas de numerosos deportistas, los "guiñoles franceses" siguieron con lo que su audiencia quería ver: sátiras y más sátiras sobre el deporte genérico español. Pocos días después el Consejo Superior de Deportes, un órgano estatal, respondió a la provocación francesa pidiendo al propio gobierno francés que tomará cartas en el asunto, y haciendo una llamada a la ética del "Canal +" francés por los daños en la imagen española.
Estos son los hechos objetivos, pero en nuestro blog personal también queremos alzar la voz de nuestra opinión sobre el hecho de que el gobierno de todo un país ataque directamente la libertad de expresión de un programa de humor de otro país. Se supone que estamos en Europa, en la sociedad civilizada occidental, y ¿cómo lo demostramos? Con el poco humor que nos caracteriza, con el enojo generalizado, con la mofa global ante todo el pueblo francés; claro que sí, demostrando que nosotros no somos menos que nadie y podemos cometer las mismas injusticias que siente la mayoría que se han cometido sobre los majestuosos, sublimes y galardonados deportistas españoles.
El problema es que llamar envidioso al pueblo francés nos convierte en unos hipócritas con todas las letras, puesto que es realmente una minoría la que se ha reído de tan aclamados atletas, es solo un programa de humor. Señores, raciocinio por favor, capten la ironía, ¿de verdad hay alguien capaz de pensar que el hecho de que en unos cuantos deportes hayamos ganado unas cuantas veces nos convierte eso en el mejor país del mundo? Por que si es así, esa sería una buena respuesta al por qué de toda esta situación. Pero vayamos más allá, si la mayor parte del pueblo español alza tan alto su amor propio hacia el deporte español, no demuestra eso que sienten a su vez la merma que nos corresponde sentir en el ámbito educativo, industrial, y en casi cualquier otro ámbito. Y, ¿no les parece a ustedes, capataces del deporte mundial, que el orgullo no es una buena solución a los problemas españoles?
En primer lugar: De honra no se come. Y pretender esto es una idea digna del medievo. En el patriotismo solo salen ganando una minoría interesada.
En segundo lugar: ¿Cuántos son los españoles que disfrutan viendo programas de nuestra televisión autóctona como son el caso de "El Intermedio" o "Se lo que hicisteis" por citar algunos? ¿Y acaso estos programas no se burlan de otros países enteros en la misma o incluso en mayor medida que como los franceses han hecho con nosotros? A esto quería llegar cuando hablaba de Hipocresía: Puesto que no somos capaces de verlo de igual manera cuando somos nosotros el objeto de la mofa.
Y en tercer lugar: Viendo la semana pasada la sección "Deportes Cuatro" del respectivo canal, me alteró sobremanera un vídeo en el que se enardecía la gloria de todo el deporte español, en que salía deporte tras deporte un español levantando una copa. Me quedó patente al instante la intención del "documental". Resultaba evidente que pretendían recuperar el respeto propio de los millones de españoles que se sintieron humillados hacía bien poco. Y, ¿cómo recuperarlo? Pues con la idílica, y puesto que idílica, falsa imagen de que somos los mejores del mundo. Y si algún español piensa eso, por favor, que se documente sobre la cantidad de deportes que hay, y la cantidad de oros que los españoles han conseguido a lo largo de la historia. Que por que un deporte tenga mayor o menos difusión no significa que sea mejor que ningún otro.
No nos dejemos engañar. El deporte solo es ocio, y no es, ni será nunca lo que controle la economía (Que si es la que controla el mundo ). Así que, un indignado Bratiscota se despide procurando haber dado una idea primeriza de lo que el punto imparcial, lógico y progresista debe pensar.
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